La refundación del Monasterio de San Salvador de Cornellana por los condes Suero y Enderquina

Foto de Octavio Bellmunt hacia 1895

Nuestra fundadora doña Cristina tenia tres hijos, Alfonso, Sancho y Aldonza que a su muerte se reparten el Monasterio y sus bienes, transcurriendo un siglo durante el cual los bienes de Cornellana van repartiendose entre los sucesivos herederos de nuestra infanta.

Entonces, nos dice Antonio Floriano "Nos encontramos que en los comienzos del siglo XII, todos los bienes que formaron el patrimonio fundacional de Cornellana estaban divididos entre sus herederos" Entre estos herederos se encontraba una bisnieta de doña Cristina que era la condesa Enderquina, hija de Alfonso Ordóñez, que disponía de un sexto de la herencia.
"Doña Enderquina se consideraba, nos dice Floriano, la heredera de las piadosas intenciones de su bisabuela doña Cristina. Su esposo, el conde Suero Vermúdez, es uno de los más preclaros hombres de su tiempo y a pesar de estar reputado como hombre de paz y verdad, tal como nos transcriben las crónicas de Alfonso VII, en su epitafio se proclama "Fortis bellator et inclitus armis" "Valiente soldado  en el manejo de sus armas" por lo que no duda en ir apoderándose, en algunas ocasiones por medio de la violencia, de aquello que el estima, con mas o menos razón, que le pertenece". Sigue Floriano, "El conde Suero secundando los deseos de su esposa comienza por despojar al resto de herederos de los bienes que conformaron el territorio fundacional de Cornellana.Por tanto, una vez reunidos los lotes dispersos y enriquecidos con algunas aportaciones personales, el día 7 de marzo de 1122 hacen entrega del Monasterio de San Salvador de Cornellana a la Orden de Cluny.

Comienza entonces la vida regular del cenobio. Los Cluniacenses terminan la construcción de la iglesia, elevan el edificio conventual al que adhirieron como dependencias los antiguos edificios de la primitiva villa, y consiguen Privilegio del Emperador Alfonso VII creando el Coto de Cornellana, base de la prosperidad económica y del poder político del Monasterio. El Coto concedía inmunidad dentro de sus términos contra las injerencias de todo poder a los habitantes del mismo, que quedaban sujetos a la jurisdicción del Abad".
"La vida monástica se sucede en adelante en completa normalidad. El Monasterio se enriquece con dones de los monarcas, de los nobles y con las limosnas de los devotos, y así vivió sin más alternativas que las naturales producidas por la defensa de su señorío, protegiendo a sus vasallos, contra los nobles que quisieron atribuirse jurisdicción, entre los cuales figuró el turbulento Conde de Noreña D. Alfonso y también el Obispo de Oviedo, que en diversas ocasiones intentó mediatizar su señorío, hasta el siglo XVI en que se incorpora a la obediencia del Monasterio de San Benito de Valladolid".

Sobre el conde Suero Vermúdez nos dice Miguel Calleja, " fue éste uno de los más poderosos aristocratas de su tiempo. En los difíciles años que siguieron a la muerte de Alfonso VI, conquistador de Toledo y factor de transcendentales contactos de la sociedad leonesa con el Papado y los reinos occidentales europeos, el conde Suero supo aprovechar su prestigioso origen familiar para situarse en el inmediato entorno político de la reina doña Urraca y luego fue capaz de convertirse en el brazo derecho del Emperador Alfonso VII. Su preeminencia a escala local y sus contactos en lo más alto de la jerarquía del reino les permitieron la acumulación de un grado notable de riquezas y privilegios que fueron base indispensable de sus actuaciones entorno a Cornellana."Sigue Calleja, "Cornellana era el origen de su prestigio familiar, la fundación de la hija de un rey a la cual el conde tenia por bisabuela". 
Así que el conde aportó a Cornellana el patrimonio del Monasterio que consiguió reunificar después de la disgregación que se fraguó con el fallecimiento de la infanta. Pero sobre todo, ocurrió algo que seria de una gran importancia para el futuro del Monasterio, y es que los condes no tuvieron hijos, y legaron su gran fortuna personal al Monasterio. Calleja nos lo describe así " La Divina Providencia no quiso darnos hijos carnales" "y por eso decidieron entregar todo su patrimonio a la iglesia, consiguiendo con ello que Cornellana dejase de ser un patrimonio más entre los bienes hereditarios de las grandes familias de la época y que se consiguiese con ello un poder que le permitió evolucionar en el tiempo de la mano de la orden más poderosa de la época, la de Cluny."

La orden de Cluny fue fundada en Francia por Gerardo de Aurillac en el año 910 y el rasgo principal de su carácter es el esfuerzo de sus rectores por garantizar la inmunidad e independencia de todas sus propiedades, hasta convertirse en una congregación de carácter europeo y de un poder extraordinario y en arbitro político de la época en la que tratamos, según nos comenta el profesor Calleja.

En cuanto al destino final de los condes, se concreta en su enterramiento en Cornellana en "sepulcros de piedra que están encima de unos leones justo en el centro de la iglesia" tal como los vio Yepes antes de que en 1604 fueran trasladados a su ubicación actual en los lados del altar Mayor, con motivo de las obras que se llevaron a cabo en la iglesia.










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